miércoles, 17 de febrero de 2010

Samán, el padre

Por: Simón Samán

Fecha de publicación: 17/02/10

Escribo esta carta, no sólo como joven revolucionario o estudiante universitario, sino también en nombre de todas y todos los compatriotas que sentimos la salida de Eduardo Samán, hombre del que tengo el orgullo de decir que es mi padre.

Durante los últimos nueve años, y desde trincheras distintas, ha demostrado ser una persona sensible a las necesidades del pueblo, eficiente y de una ética revolucionaria intachable; para decir esto no me baso en la confianza en la figura paterna o en la mística investidura de un funcionario público, sino en los mismos hechos que presencié, viví y que han sido una escuela para mí y para muchos compatriotas:

Apenas unos días antes del golpe de estado de 2002, había sido nombrado como director del Servicio Autónomo de la Propiedad Intelectual (SAPI). Al llegar las primeras noticias del golpe, nos resguardó a mí y a mi hermana lejos de la capital, y salió junto a mi madre para reclamar lo mismo que millones de personas, la justa vuelta de su Presidente y la salida de los usurpadores y traidores a la patria, y estoy seguro que lo que lo movía no era un cargo, sino el deseo de que sus hijos que lo esperaban, crecieran en un país distinto a el que el nació. Como dato curioso, recuerdo un vídeo en la cámara de la familia donde filmaban a las puertas de Miraflores como llegaba el helicóptero del Presidente; él estaba allí, como otro soldado del pueblo esperando firme.

Cuando todo acabó y pude volver a Caracas, él estaba ya en una lucha contra las transnacionales y sus bufetes de abogados, dando la lucha para preservar el conocimiento indígena ancestral, contra el saqueo de nuestra riqueza biológica, contra las transnacionales farmacéuticas que negocian con la salud, contra las disqueras y su apropiamiento sobre las creaciones de los artistas, por el software libre frente al software privativo, por las marcas colectivas y un largo etcétera. Mientras que estuvo allí, el Presidente anunció varias misiones sociales, como la Misión Robinsón, que no tardó en entrar al SAPI; las oficinas en las que se trabajaba de día, de noche se volvían aulas de clase donde la gente aprendía a leer y a escribir. También se destaca la Misión Vuelvan Caras, donde él, junto a los trabajadores del SAPI, tomó un parque industrial abandonado en Valle de la Pascua, Edo. Guárico, reactivándolo y, asimismo, apoyando la conformación de varias cooperativas productiva. Los ricos y terratenientes no tardaron en molestarse, las sirvientas empezaron a escasear, la gente pobre se estaba integrando, los galpones abandonados pasaron a convertirse en talleres, aulas de clase y un comedor. Recuerdo este comedor ya que en la entrada del galpón decía “Dimoca” en letras metálicas, y se me ocurrió que no era mas que un anagrama de la palabra “Comida”.

Mi padre siempre ha sido una persona abierta al diálogo y escucha a todos, evidencia de esto es que también me escuchó a mí, una persona completamente ajena a la situación, y tomó en cuenta la idea de cambiar el orden de las letras del anagrama. Ese comedor tuvo, hasta el día que la misión tuvo que irse, la palabra Comida; y digo que tuvo que irse ya que los intereses de terratenientes y poderes con caretas de revolucionarios utilizaron hasta la policía para hacer que ese proceso, esa semilla de esperanza, fuese aplastada.

Nunca le ha temblado el pulso para reclamar la justicia, así le cueste ser condenado, amenazado y agredido, así tenga que enfrentar a los intereses económicos y políticos más poderosos. En 2005 fue agredido por funcionarios de la Policía de Caracas, que justificándose en la falta de uno de sus papeles, lo agredieron brutalmente y llevaron detenido, soltándolo a las cuatro de la mañana del día siguiente Antes de salir a la escuela, lo vi acostado en la cama, hinchado y moreteado, despidiéndose de mí.

La verdadera razón por la cual fue agredido, fue por defender a los vendedores informales de películas y música, a quienes se les decomisaba ilegalmente la mercancía, amparándose en una supuesta infracción a la ley de derechos de autor que no era tal, y luego se dedicaban a venderla a otros comerciantes.

Luego fue nombrado en el Servicio Nacional de Normalización,Calidad, Metrología y Reglamentos Técnicos (Sencamer), donde la lucha continuó para que las balanzas de los abastos, mercados y supermercados, no fueran un instrumento para robar al pueblo, para que los puentes de báscula que pesan la producción del campesino, funcionaran correctamente en beneficio del campesinado, para que los medidores de luz y agua no marcaran lo que a las prestadoras del servicio les convenía, para que los juguetes con los que juegan las niñas y niños de la patria no fuesen peligrosos y muchas otras cosas mas sucedieron su paso en la institución.

Después fue designado como presidente de Indecu, luego Indepabis, en el cual no hace falta recordar todas las hazañas que sucedieron allí; aunque veo interesante acotar dos episodios memorables:

El primero, cuando, después de un comiso de arroz por sobreprecio en un supermercado, él junto con funcionarios de la institución salieron a vender el producto en las calles al precio justo y regulado, una mujer mayor, disociada e indudablemente opositora comenzó a insultarle y procedió a romperle una bolsa de arroz en la cara; ante la situación, él permaneció inmutado y no le dijo nada, sólo llamó a los demás compañeros a que no le hicieran nada y dejarán que se fuera, un gesto que demuestra como debe actuar un funcionario y un verdadero revolucionario, dando la otra mejilla ante un gesto de desprecio de una persona manipulada por los medios.

El otro episodio sucedió después de una inspección de café en Charallave, mientras regresaba a Caracas sufrió un fuerte accidente de tránsito. Entre tanto se regaba la noticia, y él estaba en una sala de emergencia, los opositores más repugnantes y crípticos le deseaban el peor de los desenlaces, se burlaban y celebraban su condición. Cuando fui a visitarlo, su rostro estaba parcialmente desfigurado, se había roto varios huesos en la cara y la pierna, había tenido también quemaduras, y, en ese estado, aún esperando a ser operado, estaba firmando papeles y hablando por teléfono, rodeado de sus compañeros de trabajo y tomando decisiones; fue como verlo de nuevo en ese día de 2005, fue sólo otro ejemplo de compromiso y apego, aun en las condiciones más adversas un revolucionario debe cumplir los compromisos que la misma revolución le otorga.

Cuando pasó a ser ministro, podían pasar días y semanas sin que yo pudiera verlo, dormía en la oficina o llegaba muy tarde para luego irse temprano, lo veía mas por televisión que en persona. Pero nosotros, su familia, supimos entender la gran responsabilidad que yacía en sus hombros, vinieron infinidad de retos y aparecieron tantos frutos, como las ferias de útiles y juguetes, donde todos, hasta él mismo, éramos estibadores, vendedores, cajeros y registradores al mismo tiempo. O la arepera socialista, donde la comida a un precio justo y el hecho de que las personas tuviesen que pagar después, no eran más que una escuela donde se forman mujeres y hombres nuevos, con una mentalidad que pertenece al futuro, yo mismo como allí de vez en cuando antes de ir a la universidad, y veo desde el oficinista hasta la persona mas humilde, pagar a conciencia el bastimento .

El 23 de Enero, en la multitudinaria marcha, fui por mi cuenta y me lo encontré marchando junto a los empleados del extinto EXITO, se le acercaba mucha gente para hablar con él, y los atendía a todos, les daba su numero, se tomaba fotos con ellos; todos lo reconocían y le saludaban con agrado. Al llegar a la tarima, se negó a subir y permaneció con la gente, me hizo pensar que así debería ser, los ministros junto a su pueblo, con el sol en la frente y la rodilla en tierra, igualándose al obrero, al campesino y a la ama de casa, como los mismos soldados de la revolución que esperaban a su presidente el 11 de abril.

El 12 de Febrero también fue otro día de marchas, y él también estaba allí. La marcha sabía a gloria, pues era la demostración de fuerza que faltaba para enterrar las intenciones golpistas de los manos blancas y sus titiriteros, sin embargo, ese sabor a gloria se amargó con la noticia de que Eduardo Samán fue removido del cargo, teniendo aún mucho por hacer en ese frente.

En estos últimos días he leído múltiples muestras de solidaridad para con él, y también de indignación. En vista de esto, quise dar a conocer mi opinión y unirme a este llamado de solidaridad en mi nombre y en nombre de todas las personas que opinan como yo, no hay nada que frene a ese tren expreso, y no hay frente en el combate donde Samán no dé la talla, así sea desde las aulas de una universidad, las oficinas de un ministerio, las siembras en el campo, los talleres y las industrias, los barrios; no hay lugar en donde no se haga sentir y luche con la energía y el apego que caracterizan a los hombres de una revolución.